Tras la espera


Poco sabemos de él. Un anciano, encorvado y de blancas barbas quizás, llamado Simeón. Sin embargo, pocos como él vieron el rostro de Dios. A él le pedimos que nos dé la fe que un día le puso en camino al templo.

Surca el valle un cielo gris,
tal vez lloverá,
huellas de sus pasos
contra el viento.


Un rumor llega del sur,
limpia claridad
cubre hoy tu ser,
sientes la verdad.

Sus manos tendidas hacia mí,
certeza de quien supo esperar.
Ahora, Señor, voy a tu paz,
mis ojos vieron tu salvación.


SUEÑA, HIJO DEL CIELO,
APRETANDO MI PECHO, TIEMBLA MI VOZ.
REY DE REYES SIN TRONO
QUE NO LLOREN TUS OJOS,
DAME TU CALOR.


Nacido para ser luz
de los hombres de bien,
signo de elección, agua viva.

Y a ti, Madre del amor,
te traspasará
Un frío metal, Reina del dolor.

Colmaste mis días con tu don,
al viejo que nadie vio llorar.
Abrase tu ser mi bendición,
en Ti yo veo al Hijo de Dios.

Quisiera ser tu voz,
más me pides ir
cerca de tu amor,
donde reinas tú.

Marcha aprisa, tarde es ya.
Largo caminar.
Yo te aguardaré:
la espera otra vez. (2)